lunes, 8 de diciembre de 2014

Trilogía, Vampiros

Los vampiros han acompañado a los seres humanos desde el principio de los tiempos. Los egipcios temían a un pájaro "bebedor de sangre", al que consideraban la reencarnación de un inocente ajusticiado, que había adquirido esa forma para atacar durante las noches a los hijos de sus enemigos. Los antropólogos han localizado el origen de los vampiros en las enfermedades con pérdidas de sangre, que los antiguos le atribuían a seres diabólicos que atacaban durante la noche en busca del alimento que necesitaban para sobrevivir. 

Sabiendo esto, tiene que existir alguna leyenda que de origen a este tipo de ser que hoy denominamos vampiro y que tomó gran relevancia cuando el escritor Bram Stocker publicó su novela "Drácula". En aquél entonces Stocker tomo como punto de referencia a Vlad III "El empalador", pero como veremos a continuación, la leyenda se remonta a poco después de la creación del mundo. 

El nacimiento del primer vampiro, de acuerdo a una antigua leyenda, se debió a un sueño que tuvo Adán antes del nacimiento de Eva. En el transcurso del mismo, deseó intensamente una compañía femenina y se sintió repentinamente satisfecho. Este principio de vida que no pudo generar otra similar, se mantuvo en activo con una fuerza sobrehumana de supervivencia. En el momento que este germen de desesperación encontró un cadáver, surgió el primer vampiro.

En la Edad Media, la figura del vampiro ya estaba bien definida. Se lo consideraba un espíritu de una persona fallecida o bien un cadáver reanimado que regresaba para absorber la vida de los vivos privándoles de la sangre, a fin de asegurar su propia supervivencia.

La iglesia consideraba vampiros "latentes" a los que practicaban brujería o cualquier clase de magia; a los suicidas y excomulgados (expulsados del cristianismo); a los malditos y en general a los que quebrantaban la gran variedad de tabúes del cristianismo.

La creencia en los vampiros cobró un verdadero auge en el siglo XVIII en toda Europa. Se les llamó de diferentes formas en cada zona de Europa. Recibían nombres tales como Nosferatu, Upiers, Oupieres, Brucolaques, Vlokoslak, Vroucolacas, Strigoiul, pero el que más éxito tuvo fué el de vampiros.

La palabra "vampiro" proveniente del serbio vampir, que significa "espectro" o "cadáver". Los diarios publicaban noticias sobre las apariciones de vampiros, ya sea en Polonia, Holanda, Rusia o Francia. Se decía que aparecían en la noche y que le chupaban la sangre a los vivos.

En ocasiones se encontraban ataúdes llenos de sangre, y al cadáver le salía sangre por la nariz. Generalmente, cuando se exhumaba el cadáver de un presunto vampiro y se detectaba que perdía sangre, estaba rosado, flexible y bien conservado, se estaba ante un vampiro. Cuando esto ocurría se levantaban informes judiciales y los quemaban.

La sangre es el factor dominante en los orígenes del vampiro mítico. Es natural que se produzca la muerte como consecuencia de la falta de sangre, no era ilógico pensar que alguien pudiera volver a la vida o prolongarla bebiéndola. En aquellos tiempos, no se conocía el pequeño detalle de los grupos sanguíneos incompatibles, ni la nimiedad del factor Rh.

Título: Bakjwi (Thirst), Año: 2009, País: Corea del Sur, Director: Park Chan-wook, Género: Terror. Drama romántico

Sinopsis Sang-hyun, un caritativo sacerdote que suele visitar a los pacientes del pequeño hospital de su ciudad, vive atormentado por las dudas y la desesperación que le provoca un mundo dominado por el sufrimiento y la muerte. El deseo de salvar vidas lo lleva a África, para participar en un proyecto cuyo objetivo es encontrar una vacuna contra un virus letal. Allí contrae una enfermedad mortal de la que se recupera casi milagrosamente. La gente, convencida de sus poderes de curación, empieza a ir en peregrinación a su casa. Sin embargo, una noche, Sang-hyun sufre una recaída y muere. A la mañana siguiente, se ha convertido en vampiro: se siente animado por una nueva vitalidad, pero siente un gran rechazo por sí mismo, al verse transformado en una criatura sanguinaria.


Park Chan-Wook nos vuelve a sorprender con una película que rompe los moldes de la gran pantalla. Olvídense de los estereotipos hollywoodenses, Park Chan-Wook no hace cine comercial. Aquí veremos una historia de amor ilícito llena de escenas macabras, humor negro, sexo, mucha sangre, y lo más sorprendente, un vampiro con sotana.
Puntuación: 4 estrellas de 5 



La sangre, fluido vital, irriga nuestros miembros y lleva vigor a cada una de las partes de nuestro organismo. Si se trata de prolongar la vida, la sangre es imprescindible; si se trata de alcanzar la inmortalidad y de garantizarse un cuerpo que sirva de soporte al alma que nos constituye, entonces la necesitamos como nutriente. El vampiro expresaría, pues, aunque de manera terrible, la vieja, la milenaria, necesidad de sobrevivir. Expresaría el anhelo de resucitar el cuerpo y, por eso, podríamos tomarlo como el contraejemplo de Cristo. La muerte es un escándalo, un mal del que no nos reponemos, y esa constatación antigua, ese odioso descubrimiento y esa herida narcisista nos han hecho soñar con una artificial prolongación de la vida. Ser como dioses es, por ejemplo, crear o recrear el mundo. Pero ser como dioses es también haber logrado la inmortalidad, haber impedido la corrupción de la carne y el fin del cuerpo. Desde antiguo, por supuesto, el ser humano trajina con esta idea y alumbra toda clase de quimeras. Una de ellas es la del vampiro. Pero, atención, no sólo porque el vampiro exprese fantasiosa y literariamente ese deseo, sino también porque se ha llegado a creer de verdad en la figura del muerto viviente. Ahora bien, el vampiro o la sangre no aluden sólo a la inmortalidad con la que algunos o muchos sueñan o han soñado desde siglos atrás. Hay en él algo más: el acto de chupar, de extraer los fluidos de los vivos, de succionar.
En la succión hay un abierto significado sexual, propiamente de excitación erótica. Sobre eso también se extiende el Conde de Siruela. La succión despierta la epidermis, eriza los cabellos y alborota los sentidos, provoca un hormigueo y puede hacernos perder el sentido, la noción misma de lo real, hasta el umbral del éxtasis.

Lo más parecido a chupar la sangre --que es a la postre la principal tarea del vampiro-- es tomar del pecho materno, la actividad básica del lactante. Apreciemos esa contigüidad entre el vampiro y el infante. En uno y otro caso corre por sus labios ese fluido que da vida, que vigoriza, que irriga el cuerpo. Desde el psicoanálisis sabemos que la proxemia infantil, el contacto carnal con la madre, tiene mucho de sexual, de goce libidinoso, de puro placer físico. Al parecer, el infante experimenta un sentimiento primordial, algo así como la vivencia de ser o de pertenecer a un magma indiferenciado en virtud el cual hay una fusión primitiva con quien le dio vida y con quien ahora se la prolonga. La primera satisfacción que el niño tiene procede del mundo externo y consiste básicamente en ser alimentado. El psicoanálisis habría demostrado que sólo una parte de la satisfacción es resultado de aliviar su hambre: otra parte procede --decía Melanie Klein-- del placer que experimenta el bebé cuando su boca es estimulada al succionar el pecho de su madre sintiendo cómo desciende el flujo tibio de la leche. Cuando la madre suspende temporalmente la nutrición (porque ella misma debe vivir al margen de su hijo) o cuando acaba el período lactante (la primitiva fase oral), el niño sufre la primera y más grave frustración de su corta vida: el sentimiento de haber perdido el pecho, el sentimiento de haber perdido a la madre amada, ese objeto que él mismo ha interiorizado y que le da propiamente la vida. El destete es siempre doloroso, genera una suerte de odio primario y el anhelo de restituir la fuente nutricia. El destete definitivo e irreversible es crucial y nos ayuda a crecer y madurar. Si se nos consiente una temeraria analogía, podríamos decir que el vampiro es un niño que busca ese fluido, esa fuente de la que está privado o se cree privado, un infante que se resiste al doloroso trance que es crecer, madurar y morir, un humano, en fin, que aspira tal vez a regresar a la fusión originaria con la madre, antes de que el mundo lo negara y le arrebatara la omnipotencia, la inmortalidad.

Título: Låt den rätte komma in (Let the Right One In), Año: 2008, País: Suecia, Director: Tomas Alfredson, Género: Fantástico. Drama. Terror. Romance

Sinopsis: Oskar, un tímido niño de doce años, que es acosado en el colegio por sus compañeros, se hace amigo de Eli, una misteriosa vecina de su edad, cuya llegada al barrio coincide con una serie de inexplicables muertes. A pesar de que Oskar sospecha que Eli es un vampiro, intenta que su amistad esté por encima de su miedo.

Pídanme que les hable del primer amor, de corazones infantes desubicados, llenos de nieve y de tristeza, del primer beso y de la soledad. Pídanme que les hable del sufrimiento de
los hijos en las familias desestructuradas , de aquellos que no encuentran su lugar en el mundo y son despreciados y acosados día tras día por algunos de los que rodean. De aquellos tiempos de luz e ingenuidad , de mano , parque y paseo, cuando el corazón parecía que iba a romperte el pecho y el nombre de la persona que amabas se quedaba atrapado entre los labios. Pídanme que les hable de amores imposibles por los que se hacen cosas impensables. Les hablaré de sangre y de criaturas que arden con la luz del sol. Les hablaré de una historia que transcurre a golpes de silencio y que es hermosa , como su fotografía y sus paisajes , pero que está rodeada de muerte y de oscuridad. Les hablaré de amantes que hablan en morse a través de las paredes y de la noche y huyen en tren acompañados de cajas.
Les hablaré de una película y de su excelente final, de como su eco aún retumba en mi interior, cuando la pantalla se funde en negro y uno, de la emoción, no sabe si reír o llorar.
Puntuación 4 estrellas de 5 





El vampiro representa el egoísmo que todos sentimos en algún momento, que no queremos aceptar. Ese egoísmo que todos tenemos en nuestra alma, pero llevado al extremo radical de renegar de Dios y de hacernos capaces de matar a los demás sin apreciar su vida individual.

El vampiro es parte del arquetipo de nuestra sombra jungiana, de esos aspectos de nuestra personalidad que no queremos aceptar. Y que como parte de nuestra salud mental, proyectamos en villanos míticos para poder observarlos. 


Título: Only Lovers Left Alive, Año: 2013, País: Reino Unido, Director: Jim Jarmusch, Género: Fantástico. Romance | Vampiros. Drama romántico

Sinopsis Ambientada en un Detroit y Tánger románticamente desoladas, Adam, un músico underground profundamente deprimido por la dirección que han tomado los actos de la Humanidad, se reúne con su dura y enigmática amante, Eve, quien no tiene problemas en reconocer su condición de vampiro. Su historia de amor ha prevalecido al menos durante varios siglos, pero su libertino idilio pronto es interrumpido por la llegada de Ava, la salvaje e incontrolable hermana menor de aquella. A medida que su mundo se desmorona a su alrededor, ¿podrán estas astutas pero frágiles criaturas de la noche seguir existiendo antes de que sea demasiado tarde?

Curiosísima y excelente propuesta la de Jim Jarmusch. El inclasificable director de obras como Dead Man o Flores rotas se apunta un tanto con Sólo los amantes sobreviven, una de las muestras de cine vampírico más sorprendentes y originales vistas en mucho tiempo. Lejos de los vampiros aristocráticos de Anne Rice, los violentos de Blade o Underworld o por supuesto de los gusiluces anémicos de Crepúsculo, Jarmusch nos cuenta una historia de amor entre dos almas solitarias, cansadas de la inmortalidad, melancólicas y hipsters que sólo se necesitan el uno al otro para existir. Bueno, y unas cuantas reservas de sangre que consiguen de hospitales, claro. Así, mediante la relación de Adam y Eve (simbolismo en la película hay a chorros, empezando por los nombres), Jarmusch reflexiona sobre las relaciones de pareja y familiares, y muy especialmente sobre el sentimiento de soledad y lo que se necesita en la vida para estar a gusto con uno mismo. Porque Adam y Eve son dos seres hastiados del mundo, sobre todo él, que anhelan la soledad y han perdido la fe no sólo en la inmortalidad sino también en el mundo y la raza humana.

Para que una propuesta tan rompedora y, por qué no decirlo, bizarra e irregular (alterna momentos de enorme belleza con escena alargadas en exceso, como la del baile en la casa de los enamorados, o directamente risibles, como los momentos cuasi-orgásmicos después de beber la sangre, y sin duda es demasiado contemplativa en su ritmo a ratos) funcionara a la perfección, Jarmusch tenía que escoger bien a la pareja protagonista. Hay que ser muy buenos intérpretes no ya para que nadie le preste atención a que se llevan veintiún años, sino para lograr que en ningún momento el público dude del amor de esta peculiar pareja chupasangre. Sus gestos, su expresión corporal, sus besos (cuando se los dan; no es una película muy melosa, pero sí muy romántica a todos los niveles), sus miradas, las pocas palabras que pronuncian y cómo las pronuncian... todo lo que envuelve a los personajes es mucho más mérito de Swinton y Hiddleston más que del propio guión de Jarmusch. Se merecen todos los premios habidos y por haber (atención al final, o a la escena dela discoteca, ejemplo perfecto de esa cotidianidad y confianza que desprenden el uno con el otro). En definitiva, una notabilísima película que demuestra que sí se puede juntar amor, vampiros, traumas, familias y demás sin que por ello salga una pastelada infumable. Que tome nota quien la tenga que tomar.

Lo mejor: Los actores. Todos ellos. Absolutamente excelsos, especialmente la pareja protagonista. Y la fascinación que ejerce la historia de Adam y Eve en el espectador. Lo peor: A veces el ritmo es demasiado lento, y la parte que va desde que los amantes se reencuentran hasta que aparece Ava es directamente aburrida. 


Puntuación 4 de 5 estrellas 

-Pink Binary

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